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Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, Un desafío de difícil implementación para las escuelas



La Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, que entró en vigencia desde este año, se propuso promover la alimentación saludable, brindar información clara y accesible a los consumidores. La norma alcanza también a las escuelas y, si bien sus objetivos son elogiables, encuentra dos dificultades notorias en la implementación: la falta de concientización por parte de las familias en lo que respecta a la alimentación de sus hijos y la mercadería que a día de hoy venden los kioscos escolares.


Desde su promulgación, los productos lucen en sus envases octógonos que advierten sobre los excesos de azúcares, sodio, grasas saturadas, grasas totales, edulcorantes y calorías, entre otros. Para las escuelas, la ley contempla: “Los alimentos y bebidas sin alcohol con, al menos, un sello de advertencia no pueden ser ofrecidos, comercializados, publicitados, promocionados o patrocinados en los establecimientos educativos del Sistema Educativo Nacional”.


Según un relevamiento realizado por la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) y la Federación Argentina de Graduados en Nutrición (FAGRAN) en escuelas de la provincia de Buenos Aires entre octubre y diciembre de 2022, más del 96% de la “oferta de productos envasados en los kioscos escolares eran ultraprocesados”. Aquí entra en juego el primero de los desafíos: modificar de raíz la oferta de los kioscos.


Al respecto, Noelia Díaz Eithart, vicedirectora del nivel secundario del Instituto Buenos Aires, señaló: “Nosotros en este año de transición estamos vendiendo gradualmente productos con hasta una etiqueta en nuestros kioscos. Para 2024, la idea es que sean solamente productos saludables cumpliendo con la normativa. Sin ningún sello”.


Los colegios, conscientes de su rol en la formación integral de los estudiantes, han implementado diversas estrategias para promover la alimentación saludable. Incorporaron charlas, talleres y proyectos educativos que buscan concientizar a los alumnos sobre la importancia de una dieta equilibrada.


El Instituto Buenos Aires es un ejemplo de ello. “Desde hace un tiempo venimos trabajando en propuestas que promueven la alimentación saludable. Entonces creemos que tenemos un camino allanado. Desde que se sancionó la ley, empezamos a interiorizarnos en torno a ella. En primera instancia nos reunimos con los kioscos de la escuela para generar acuerdos y luego con las familias”, describió la vicedirectora de secundaria.


Más allá de los esfuerzos que puedan hacer las escuelas, las dificultades muchas veces vienen de casa. En muchos casos, las familias continúan enviando a sus hijos con alimentos altos en azúcares, grasas saturadas y sodio, sin tener en cuenta las recomendaciones nutricionales. Esto se puede deber a la falta de una cultura arraigada de consumir productos procesados o bien a la dificultad económica para acceder a alimentos más saludables.


Nosotros notificamos a las familias del plan gradual que tenemos en mente porque necesitamos su acompañamiento. Si bien en nuestra institución se venderán productos saludables, los estudiantes pueden comprar cualquier producto con más de una etiqueta fuera de la escuela y traerlo en el recreo. La idea es, más allá de cumplir con la ley, generar conciencia y educar”, remarcó Díaz Eithart.


En secundaria, el nivel que tiene a cargo, cree que la transición será “mucho más fácil” ya que los mismos estudiantes demandan variedad de productos y, por elección propia, consumen alimentos y bebidas más saludables.


El desafío principal va a estar en primaria, aunque el kiosco del nivel vende un 40% de productos de elaboración propia, que cada vez son más demandados por los niños. En vez de un alfajor eligen un tostado, por ejemplo. Nuestra idea es aumentar el porcentaje de productos propios de cara a 2024”, afirmó.


De cara al corto y mediano plazo, son muchos los colegios, tanto en la provincia de Buenos Aires como en toda la Argentina, que enfrentan dificultades serias para la adecuada implementación de la ley de etiquetado frontal. Para superar esta situación, es necesario un trabajo conjunto entre las autoridades educativas, las familias, los sectores productivos y el Estado.


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